Siempre te proteges -del beso y la rosa- desde la armadura
que férrea te calzas cada vez que intentan rodearte –Leonora-
mis brazos de Poe. Para escabullirte de hembra tentadora
quiebras la cintura
con mil arabescos y esquivas –gacela- la menor ternura
que mis cuervos graznan. Vampiros -mis labios- te cercan ahora
y tú –vade retro- me espantas arisca y atormentadora
tu boca futura.
Ojerosa y bruna
se adentra la noche por la niebla espesa de esos universos
por los que deambulan, sedientos de diabla, mi sangre y mis versos.
Lúgubre la luna
tiembla con los búhos que ululan la cripta de tu cementerio
donde entierras vivo el beso innombrable de mi cautiverio.
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